Comida a domicilio
Los lobos de crin son los primeros en deleitarse con estas comidas personalizadas. Un brazo a través de las aberturas de la cabina de observación lanza, con coraje, la comida a los hocicos de Pedro y Toresa. Atrevidos y ágiles, atrapan su comida al vuelo. El encanto supera con creces el temor. Luego, los perritos de las praderas reciben su ración. Salen de su madriguera para atajar los granos y las frutas que lanzan por encima de la tapia. Su aspecto de marmota divierte a los jóvenes cuidadores.
Inmersión en el universo de las focas y los pingüinos
Pasamos de la tierra al mar con el entrenamiento médico de las focas. Al borde de su estanque, los pingüinos se contonean graciosamente. Con el brazo tendido y la boca abierta, los niños dejan caer pececitos en los picos hambrientos. Yohann, cada vez más confiado, los llama. El recinto de alimentación es un hervidero de actividad. Lanzan los últimos peces al agua, donde los pingüinos despliegan un auténtico ballet. «Marsopean», según dicen.
«¡Genial espectáculo de las aves!»
Durante el almuerzo, Anaëlle se debate por responder a todas las preguntas, para luego, a la hora de la siesta, dar comienzo al maravilloso espectáculo de aves. Guacamayos, rapaces y búhos vuelan a ras de nuestras cabezas, mientras loros y cotorras despliegan sus alas coloridas. Los pelícanos se detienen a nuestros pies, un águila se acerca para robar pan a un espectador distraído y un flamenco rosa nos mira con desdén. Muchos «¡oh!» y «¡ah!» de admiración se escapan de la boca del público mientras las aves regresan a su pajarera.
Un huésped VIP en la casa de los rinocerontes
¡Nos espera otro tipo de recinto! Entramos como invitados privilegiados en la casa de Ajang y Maya mientras ellos pasean por fuera. Los barrotes son tan anchos como los niños, y verificamos que es posible pasar entre las barras de metal. En cuanto a la seguridad, nada se deja al azar. Los rinocerontes indios toman baños de inmersión en un gran estanque climatizado. ¡A saber! Si nos pesamos en la balanza tamaño extragrande, apenas alcanzamos un tercio de su peso. Llenos de asombro, los niños agradecen efusivamente a Anaëlle. A partir de ahí, seguiremos recorriendo el parque y conociendo sus otros 1200 animales sin guía alguna. Pero nuestras cabezas estarán repletas de información y de secretos sobre los monos, los gibones, los hipopótamos pigmeos, las jirafas… Solos, haremos las pasarelas de la llanura africana, carreras desenfrenadas por las redes del Parcabout® y acariciaremos a los walabíes.