Un mirado único sobre el mar y la historia
Se suceden incesantemente caminos de tierra, gravilla y asfalto. El trayecto que Isabelle diseñó especialmente para nosotros se detiene frente a un magnífico panorama. Erquy, el puerto des Hôpitaux y el islote Saint-Michel conforman un espectáculo impregnado de aromas marítimos. La arenisca rosa surge del agua y narra la historia de los canteros que se instalaron aquí, en pequeñas casas de aspecto minero. Tras ir de peñasco en peñasco, llegamos a otro grandioso mirador que se extiende sobre la duna y sortea los acantilados hasta el faro del cabo Fréhel.
Una sinfonía de colores
El paisaje vuelve a cambiar. De pintorescas callejuelas bordeadas de cercas llenas de flores y de caminos que serpentean entre los campos, se asoman colores jóvenes. Las orquídeas se mezclan con los saucos y las consueldas. Isabelle nos revela sus virtudes. Dejamos atrás a los surfistas, y los verdes valles dan paso a románticas extensiones de landas. Los brezales rosas y las aliagas de color oro descienden rápidamente hacia las playas hasta convertirse en verdes helechos. Al son del canto de un cuclillo, nuestra guía nos explica que muchas plantas carnívoras se inmiscuyen en esta paleta tornasolada.
En lo alto del faro, las aves y nosotros
Sin fatiga alguna, llegamosa al cabo Fréhel. A 70 metros de altura, nos relatarán la historia del faro saboreando una suave tisana de melisa. En este paraje excepcional, con tiempo despejado, Jersey se recorta en el horizonte. Cerca del acantilado, dos montes rocosos se zambullen en el agua color esmeralda. Las aves marinas la han blanqueado con su guano. Gracias al ojo avizor de Isabelle, podemos localizar nidos de cormoranes moñudos, gavinas jóvenes y aterciopeladas, y gaviotas tridáctilas. Aunque a los pingüinos les gusta ser discretos, ella nos revela el secreto de sus huevos. Anne toma innumerables fotografías. El entorno y el espectáculo de las aves tendrán a todos cautivados.
¡Pedalea con total libertad!
Tras disfrutar de un extenso panorama y de adentrarnos en las leyendas, el pelotón se reúne para regresar al punto de partida. Con el cabello al viento, cada uno conduce al ritmo de su bicicleta y de sus piernas. Sin grandes esfuerzos, Karine acelera por el sendero protegido. Los paisajes se suceden en medio de colores tornasolados. El ritmo se apacigua cerca de la marisma donde la marea ascendente gana terreno. Las bicis sobre el caballete, vasos de zumo de manzana y alegres sonrisas despiden el final de esta prolongada y hermosa escapada.