El 23 de julio de 1823, Augustin Fresnel y sus revolucionarios dispositivos lenticulares equiparon a no menos de cien faros en Francia y en ultramar. Este invento moldeó el paisaje de nuestras costas, les permitió brillar a lo largo y ancho del mundo y garantizó también la seguridad de las rutas marítimas francesas. De Bréhat a Ouessant, de Gironda a Finistère, de Belle-Ile a la isla de la Reunión, estos guardianes de la costa son testigos de un patrimonio técnico e histórico único. Doscientos años después, los faros celebran el origen de sus destellos a través de exposiciones, visitas insólitas y talleres que dan a conocer a estas lentes y a las grandes innovaciones a que dieron lugar. Los curiosos y apasionados a los faros pueden aprovechar el otoño para acudir a estas tierras y disfrutar, sin prisas, de los grandes paisajes del Finisterre bretón.