Encaramado en las alturas de Concarneau, al borde de un bosque, Keriolet monta guardia en un silencio habitado. Es como entrar en un sueño: vidrieras de colores, mobiliario suntuoso, pasillos silenciosos y leyendas susurradas en las paredes. Fue aquí, en el siglo XIX, donde una princesa rusa enamorada de un vizconde bretón transformó una vieja casa solariega en un castillo neogótico tan romántico como caprichoso. En este escenario digno de una novela, cada habitación tiene su propio carácter: se topará con retratos olvidados, quimeras dormidas y, a veces, se dice, el susurro de un misterio... Es un lugar para explorar despacio, con la imaginación alerta. En verano, las visitas guiadas están salpicadas de anécdotas que revelan el alma del lugar. Fuera de temporada, el castillo está abierto, previa reserva, a grupos curiosos de 15 personas o más, y a los eventos más insólitos: seminarios, bodas, rodajes de películas o incluso... una fiesta de asesinatos. ¿Y si le tocara a usted escribir una página de Keriolet?
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