La madera cruje bajo los pies, las velas se izan a mano: comienza el viaje. En Baden, el André Yvette, un viejo velero construido en 1936, le lleva a bordo siguiendo la estela de los gabarreros de antaño. Antaño, transportaba algas y guijarros entre las islas; hoy, lleva a curiosos, familias y grupos que buscan un momento aparte. Una excursión de medio día por el Golfo, una escapada a Houat o Hoëdic, un aperitivo en alta mar, una noche a bordo... cada crucero tiene su color. Navegará por islotes salvajes, pasará junto a criaderos de ostras y casas blancas, y a veces se cruzará con una foca.Y aquí no hay espectadores: todo el mundo puede participar, tomar el timón, maniobrar e izar las velas. A los niños les encanta, ¡y a los adultos también! Hay un máximo de 28 personas a bordo, a veces desconocidos, a veces un grupo que sale en barco para un seminario, un cumpleaños o la fiesta de un primo. No importa: compartimos un momento único, entre islotes tranquilos y reflejos dorados en el agua.
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