

©Emmanuel Berthier

©Emmanuel Berthier

Una vez cruzado el portal de la finca, las primeras sorpresas asaltan a los visitantes: obras de vivos colores emergen del estanque. A lo largo de los paseos, en la esquina de un murete, o en el corazón del bosque, una treintena de esculturas monumentales se hallan esparcidas por el parque. Tanto si están fundidas con el paisaje como si saltan a la vista, el visitante pasará de la sorpresa a la diversión o se quedará impactado por la originalidad de estas obras. ¡Un juego de pistas divertido tanto para el paseante neófito como para el entendido!
Los caminos llevan de una escultura a otra y son accesibles a todos. Quien quiera puede dialogar con una silueta de bronce, hacer un picnic en el césped junto a un gigante de granito o correr sobre una tarima al aire libre… Los jardineros se deben sorprender frente a las 1 000 macetas de Jean-Pierre Raynaud que se multiplican en el invernadero. Junto al río, los más soñadores invocarán a las hadas del aire domadas por la jaula gigante de Elisabeth Ballet. Los observadores podrán resguardarse en una cabaña con arqueras maravillosamente recortadas por Julien Laforge. Madera, granito, acero, bronce… adoptan formas originales para dialogar on tu imaginación.
En medio de las obras, en lo alto del pequeño valle, se yergue el castillo, considerado monumento histórico. Construido en 1710, se inspira en el estilo de Versalles y de los arquitectos de Luis XIV. El cuerpo principal, enmarcado entre dos pabellones, respeta la elegante simetría tan apreciada en el Siglo de las Luces. En el interior, los decorados del siglo XIX contrastan con el siglo XXI ya que albergan exposiciones de arte contemporáneo.
Un patrimonio de edificaciones variadas se encuentra en los alrededores del castillo. La cuadra y el pesebre, convertidos en acogedores espacios de exposición y restauración, se encuentran en el lado izquierdo. Detrás de los muros de piedra, hay pinturas del artista bretón Tal-Coat ocupando un espacio de honor. También se organizan talleres artísticos y residencias en esos locales. A unos minutos andando, la Capilla de la Trinidad delimita uno de los extremos del parque. Componiendo un cuadro lleno de encanto, el Molino del Roc y sus esclusas se reflejan en el fondo del estanque.
El Domaine de Kerguéhennec ofrece alegres puntos de encuentro en su calendario. Además de los talleres artísticos, se organizan excursiones para observar las aves o aprender a escalar los árboles de forma totalmente segura.