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A siete kilómetros de los peñascos rosados de Ploumanac’h, las Sept-Iles reparten su caos granítico entre Rouzic, Les Costans, Malban, Bono, la isla aux Moines, la isla Plate y Les Cerfs. Son 40 hectáreas de tierra con la marea alta. Todos los habitantes abandonaron estas superficies áridas excepto los dos guardianes del faro, que se turnan cada quince días. A la Isla aux Moines (la mayor) en los siglos XIV y XV acudían los miembros del Club de los Cordeliers (una de las primeras asociaciones pro derechos humanos) para orar en soledad. Actualmente es un paraíso para las aves.
El archipiélago fue clasificado como Parque Nacional en 1912 y, luego, en 1976, como Reserva Natural. Con más de 20.000 parejas de aves marinas y 27 especies nidificadoras es la reserva más importante del litoral francés. Es un santuario para las aves antes de emprender el vuelo hacia las largas migraciones. Desde Trestraou (Perros-Guirec) zarpan excursiones hacia este universo fascinante, con una escala programada en la Isla aux Moines y una vista inolvidable a los caprichos de la costa de Granito Rosa. Todo ello con los comentarios apasionados de los guías y en compañía de cormoranes moñudos, gaviotas reidoras, gaviotas sombrías, gaviones argénteos o marinos… Y en lo más alto de la lista figuran los simpáticos frailecillos y los alcatraces. Si la suerte viaja a bordo, quizás veas despuntar el bigote de una foca gris.
La isla Rouzic sorprende por la blancura de la punta Norte. Este aspecto se explica por la gran densidad de individuos de la única colonia francesa de alcatraces. 17.000 parejas de plumaje blanco y cabeza amarilla han puesto sus patas aquí. Es espectacular ver cómo estas aves de 2 metros de envergadura caen en picado desde 30 metros de altura en busca de una presa.
En bretón, el Archipiélago de las Siete Islas se denomina “Ar Gentiles”: las amables y simpáticas. Toda una premonición.