



Durante todo el año, la corriente del golfo garantiza a este lugar magnífico un microclima. Resérvate un día para visitar sus encantadoras casas y sus calitas salvajes. Y olvídate del coche. Aquí no hay motores. Sólo se circula en bici o a pie. El único municipio insular del departamento de las Costas de Armor es Bréhat con 3,5 km de longitud y 1,5 km de anchura, y abarca las dos islas principales. Al Sur, el pueblo y la iglesia del siglo XVI y, al Norte, paisajes que recuerdan a Irlanda.
Hortensias, mimosas, moreras, eucaliptos, aloes, camelias… el apodo de esta isla no es casual. Pero de entre todas ellas, la flor que simboliza la isla es el agapanto. De junio a septiembre, verás su color violáceo en el cruce de todos los caminos. Fue una planta que los marineros importaron de Sudáfrica. Convive con otras especies exóticas como el agave o la viborera. Y es normal porque aquí hiela rarísimas veces. Y si hablamos de pájaros: hay más de 120 especies censadas en la isla. En primavera, oirás a carboneros, petirrojos, pinzones, golondrinas y zorzales.
Debido a su posición estratégica, Bréhat tuvo que fortificarse en la Edad Media. Durante la Guerra de Sucesión y, posteriormente, durante la Guerra de la Liga de los Augsburgo, la isla fue motivo de enfrentamiento entre bretones, franceses, ingleses y españoles. Su castillo, varias veces arrasado, fue finalmente desmantelado bajo el reinado de Enrique IV. Actualmente solo los turistas son capaces, cada año, de hacer pasar su población de 400 a 2.000 personas.
De Pasteur a Prosper Mérimée, la isla ha visto pasar a muchas celebridades en el siglo XIX. En un cabaret de Bréhat, los artistas pintaban la cara de los famosos en los vasos. Son retratos insólitos que forman actualmente la colección de “decapitados”.
Oficina de Turismo de Guingamp – Bahía de Paimpol