



Una vez superada la ciudad medieval de Tréguier, el río Jaudy se convierte en un estuario sembrado de islotes. Su orilla izquierda bordea la península de Plougrescant. La tierra se adentra suavemente hacia el canal de La Mancha formando un mosaico de campos, landas y bosque bajo, salpicada de sorprendentes chimeneas de granito que surgen del suelo. Además, todo este enclave parece tener acantilados de formas caprichosas. La capilla de Saint-Gonéry está coronada por una flecha vertical de madera cubierta de plomo con una curiosa inclinación.
A partir de Pors-Scarff, el sendero costero avanza en un rompepiernas de columnas de granito que han resistido a la erosión y matorrales de arbustos marítimos. En este litoral salvaje se yergue el peñasco de Napoleón, reconocible por su forma de bicornio. Siguiendo por los arenales rosados y grises llegas a otras concreciones rocosas que parecen surgidas de algún capricho telúrico. En el Gouffre, el mar golpea furioso una profunda grieta abierta entre los acantilados. Porz-Hir es más tranquilo y alberga casas que se adosan a la roca o forman un único cuerpo con ella. ¿Ya conoces Castel Meur, esa casita de postigos blancos encastrada en el granito? En la punta del Castillo, en el extremo de la península, la mirada se evade hacia el litoral recortado y sobre una alfombra de islas.
En la península hay poco lugar para extender la toalla sobre la arena y para ello es preferible hacer escala en Buguelés o en Port-Blanc, un puertecito de pesca junto a una gran playa de dunas.
En el Gouffre, el mar golpea furioso una profunda grieta abierta entre los acantilados
La emblemática casa de piedra de Castel Meur construida hace 150 años ya no se puede visitar: se ha prohibido su acceso. Son medidas para proteger el enclave y las piedras de la playa… que los turistas se llevaban de recuerdo, con lo que aumentaba la capacidad destructora de las grandes mareas.
Oficina de Turismo de Trégor – Côtes d’ajoncs