
©Simon Bourcier

©Donatienne Guillaudeau

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Sin duda, el valle del río Vilaine es el lugar ideal para un paseo inmerso en la naturaleza. Este sitio excepcional cuenta con varios trayectos que se pueden recorrer a pie o en bici y que ofrecen preciosas vistas. Los itinerarios locales, conectados con el sendero regional GR 39, se adaptan a todos los ritmos. En Pont-Réan, cerca del puente de piedra y sus nueve arcos del siglo XVIII, hay un itinerario de aproximadamente diez kilómetros con senderos sinuosos y caminos de sirga que se extienden a lo largo de los acantilados. La caminata dura 2.30 horas.
El molino de Boël se eleva en medio de un verde valle encajonado entre Pont-Réan y las riberas de Guichen. Este molino de agua de esquisto rojo es uno de los más antiguos de los alrededores, pues data de 1652. Para resistir mejor las crecidas, su fachada río arriba se construyó en forma de proa de barco que se restauró por última vez en los años 1960.
Más al sur, el río se enrosca para dibujar la pintoresca curva de Bourg-des-Comptes. Este rincón apacible es un espacio natural preservado y conocido como uno de los lugares más bonitos de los canales y las vías navegables bretonas. A continuación, podrás apreciar las hermosas residencias y los vestigios galorromanos de Pléchâtel. Los días de sol, la música de las guinguettes (bailes al aire libre) animan las orillas.
La visita sigue su curso entre pinos, pontones y un laberinto de colinas arboladas. En Saint-Senoux, los caminos se aventuran por el bosque. En Guipry-Messac, una parada fluvial permite disfrutar del molino de grano y el florido puerto deportivo, que cuenta con la denominación « Escales d’une rive à l’autre » (Escalas de una orilla a otra). Los muelles y el patrimonio nos recuerdan que la ciudad forma parte de la Ruta de la Sal. Salineros y barqueros utilizaban esta vía para ir desde las salinas hasta las ciudades bretonas. Actividades, historia y descanso, todo en un mismo paseo.
Oficina de Turismo de Bruz