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©Yannick Derennes
De Audierne a la isla de Sein: una escapada a toda velaSiguiendo la ruta de los Faros y los Naufragios
¡Experiencia bretona!

De Audierne a la isla de Sein: una escapada a toda vela

René y Agnés se disponen a embarcar a bordo del Atlantis en el puertecito de Audierne para hacer una travesía hacia el fin del mundo. ¡Rumbo a la Punta del Raz y la isla de Sein!

Entre el Raz y las mareas

Una vez a bordo, los dos skippers nos dan una calurosa bienvenida y Jean, nuestro guía por un día es nada menos que el presidente del Museo Marítimo de Cap Sizun. René, conoce estos lugares como la palma de la mano, cada una de las trampas escondidas y las rocas culpables de los numerosos naufragios del pasado. A estribor, la isla aux Vaches. Jean nos cuenta que “L’écueil de l’Estrid”, un cargo de regreso de España, se partió en 1933 liberando toneladas de naranjas que llenaron las despensas de los lugareños”. Impulsados por una suave brisa y mecidos por un mar sereno, remontamos el Cabo Sizun dejando que nuestra mirada derive siguiendo la costa salvaje hasta la majestuosa Punta del Raz. La emoción ya se palpa a bordo: “Estamos entrando en el Raz, en el mar de Iroise, donde el Atlántico se convierte en La Mancha”, avisa Agnès. Y de repente, el mar se vuelve caótico, removido, imprevisto… ¡Es impresionante!

¡La isla de Sein a la vista!

Con la emoción de haber superado el raz, amarramos a una boya del puerto de Sein para hacer un picnic completado con una degustación de algas. ¡Una auténtica delicia! Después ponemos los pies en tierra para dar una vuelta por la isla y regresar encantados por la serenidad de los lugares. Sein es una de esas bonitas islas dormidas sobre aguas turquesa, con estrechas callejuelas floridas y vírgenes de cualquier coche. Hoy bajo el sol, esta pequeña coma de tierra donde viven 150 almas colocada sobre el mar de Iroise no parece en absoluto la isla de las tormentas que tan a menudo se narra. Más bien dan ganas de vivir al estilo Robinson. Al final del paseo, Jean nos cuenta la historia de sus «Causeurs» (menhires de este lugar), los desaparecidos en el mar o en la guerra, también nos habla de su capilla y de sus faros. “A lo lejos se divisa el Ar-Man, el faro más occidental de toda Francia. Los obreros solo podían trabajar allí una semana al año, por eso tardaron 20 años en construirlo”.

¡Al timón, grumetes!

De regreso al puerto, nuestra tripulación está deseosa de hacerse de nuevo al mar. ¡Desplegad las velas! Y pasamos por delante de los famosos faros de la Vieille, de Tévennec y de las torres de la Plate y del Chat. Son centinelas inmóviles que se tragan el mal humor del mar, colosos que velan por los dos barcos pesqueros que se divisan en el horizonte, movidos por olas de tres o cuatro metros. “Son los barcos de lubina”, nos cuenta René que fue pescador en su día. La imagen de esos hombres solos en medio de un mar desencadenado me deja pensativa, entre temerosa y fascinada. A la salida del raz, René me ofrece llevar el timón. ¡Qué emoción, pero no es fácil! Mi escaso talento de navegadora me obligan a decidirme por una tarea más a mi alcance: saborear el kouign-amann de chocolate del que tanto habla Agnès. Con el paladar seducido, aún disfrutamos de la belleza de los paisajes, la ciencia de Jean y la amabilidad de nuestros anfitriones protectores… Un poquito más…

Precio desde

125 €

por persona

Esta experiencia incluye lo siguiente

  • Un día sobre el velero Atlantis con la temática «Faros y Naufragios»
  • El descubrimiento de la isla de Sein.
  • Una degustación de productos locales
  • Una visita del Museo marítimo de Audierne con Jacques (cerrado temporalmente)
Web Oficial de Turismo de Bretaña
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