
©C. Le Mouillour

©Chemin du Patrimoine en Finistère

©Pierre Torset

©Ronan Gladu
Entre los monumentos que bien merecen ser visitados se halla el calvario del siglo XVII, erigido tras una epidemia de peste que afectó a la región. En el calvario aparecen 181 figuras esculpidas en la piedra de Kersaton (granito gris). Han llegado a nuestros días gracias a que un soldado estadounidense las salvó de los bombardeos de 1944 escondiéndolas en el presbiterio. Varios años más tarde se procedió a su restauración completa. ¡Se salvaron de milagro!
Y ya que estás por la zona, aprovecha y visita la abadía de Daoulas: un antiguo monasterio ocupado hasta el siglo XVI por los canónigos de la orden de san Agustín. El monumento conserva bonitos testimonios de la Edad Media, así como la abadía y el claustro románico del siglo XII. En la actualidad, la abadía y su espléndido parque albergan exposiciones temáticas sobre las civilizaciones del mundo.
Puerta de entrada de la rada de Brest
Tras pasear por las callejuelas de Daoulas, ¡pon rumbo a Logonna-Daoulas! El sendero costero se extiende bajo los pinos, entre calas y puntas rocosas, asomándose a aguas transparentes… ¡En verano, aprovecha la Paillotte para alquilar un stand-up paddle o un kayak para descubrir la bahía de otra manera!
Las fresas triunfan en esta región. Pero, ¿sabías que fueron importadas de Chile? Un tal Amadeo Frézier las conoció en el siglo XVIII y las importó a Francia. A los bretones les encantaron y decidieron cultivarlas. Se exportan desde finales del siglo XIX y en la actualidad son indisociables de esta ciudad.
Todo el mundo piensa que las bretonas van siempre vestidas de colores oscuros. Eso es cierto y falso a la vez. Porque si bien el vestido tradicional que llevaban entre semana era negro, el de las fiestas mezclaba colores muy vivos: falda violeta, delantal verde y chaleco azul y naranja.
Oficina de Turismo de Landerneau Daoulas