
©Franck Betermin

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Junto a Quimperlé y Pont-Aven, Riec-sur-Belon se encuentra en el corazón de un dédalo de rutas secretas y senderos que vagabundean entre puertos minúsculos. En los avens (cavidades en el suelo), primos lejanos de los fiordos, el agua de mar sube por el estuario y río arriba, dando lugar a paisajes evocadores. Estos lugares inspiraron tanto a los pintores de la Escuela de Pont-Aven como a amantes de la gastronomía. El famoso gastrónomo Curnonsky halló refugio en el albergue de Mélanie Rouat entre 1940 y 1944.
Al cabo de tres años, las ostras planas nacidas en otras aguas bretonas llegan a los criaderos ostrícolas que ocupan 4 km frente a las costas para terminar su maduración aprovechando esa mezcla de agua salada y dulce que se mezcla dos veces al día con la marea. Este “tratamiento” les da ese sabor tan especial a avellana. Aún son más sabrosas si se saborean en una terraza frente al mar.
En la costa rocosa que bordea el océano desde lo alto y las voluptuosas orillas de los avens abundan parajes encantadores. Entre ellos no dejes de visitar los puertecitos de Rosbras y Belon. Tras seguir una adorable carretera con bonitas cabañas, llegarás a Rosbras y sus coloridos muelles frente a la ensenada de Kerdruc donde un bar formidable te dará la ocasión de apreciar todo este panorama mientras te relajas. A partir de Belon, con una luz impresionante, podemos realizar una bonita escapada siguiendo el río hasta alcanzar la punta de Penquernéo, donde un antiguo fuerte vigila la unión de los dos estuarios y permite gozar de unas vistas fantásticas.
Para gozar de unas vistas panorámicas únicas al castillo de Hénant o a las calitas de la zona, existen salidas en barco por el mar y los avens.
Oficina de Turismo de Quimperlé Terre Océane