
©LAMOUREUX Alexandre - Golfe du Morbihan Vannes tourisme

©Alexandre Lamoureux

©LAMOUREUX Alexandre - Golfe du Morbihan Vannes tourisme

©Vannes et sa femme|LAMOUREUX Alexandre - Golfe du Morbihan Vannes tourisme
La ciudad romana de Darioritum se convirtió en Vannes (en bretón, Gwened: la blanca) con la llegada de los celtas. Con el golfo de Morbihan como telón de fondo y protegida por sus murallas, la ciudad vivió largos periodos de prosperidad gracias al comercio portuario, al poder religioso y al poder político. Todo ello queda plasmado en las casas medievales de entramado de madera y en sus palacetes. Este rico patrimonio conforma el marco de vida de unos habitantes satisfechos y un lugar magnífico para visitantes sedientos de novedades.
La plaza Gambetta, situada frente al puerto y orientada al Sur, tiene aires de localidad costera. Aprovecha para hacer un alto en una terraza antes de entrar en el casco antiguo por la puerta de Saint-Vincent. Al cruzar el pórtico, aparece una calle bordeada de edificios del siglo XVII. Alrededor de la plaza des Lices, donde se desarrollaban los torneos en la Edad Media, los palacetes se codean con casas medievales de entramado de madera. Las fachadas se iluminan de colores que marcan un ritmo alegre al alineamiento de los edificios. Más allá de la catedral y de la Cohue, la calle Saint-Gwénaël ofrece una antología de celosías y voladizos que se extienden hasta la Puerta Prison: el acceso al pintoresco barrio de Saint-Patern.
Desde la Puerta Prison se accede al paseo de la Garenne, que bordea las murallas del siglo XIII. Torres y puertas se suceden en armonía por encima del nivel de los jardines de estilo francés. Anexos a las fortificaciones, los lavaderos cubiertos de pizarra asoman sobre el río Marle.
Fuera de las murallas, la ciudad se transforma en naturaleza: el paseo de la Rabine se convierte en avenidas arboladas junto a los pontones. La orilla conduce al Acuario Oceanográfico y al Jardín de las Mariposas. Entre los primos de Nemo o en medio de mariposas capitanes pasarás unos momentos fuera de lo común. Deja que la curiosidad te conduzca hasta la península de Conleau. Te recompensará una fantástica vista al golfo en un lugar con garra donde se cruzan varias generaciones de marineros.
En la esquina de la calle Rogue con la calle Noé, te saludan dos figuras joviales. Están esculpidas en piedra y representan al dueño y la dueña de esta casa del siglo XVI. Se han convertido en un emblema de Vannes.
Oficina de Turismo de Vannes y del Golfo del Morbihan
Por la autopista A11 «L’Océane», Vannes se halla a 450 km de París (unas 5 h) y a 110 km de Nantes y Rennes. La distancia es de 1148 km desde Madrid (unas 11 h) y 1094 km desde Barcelona (unas 10 h). Vannes está a 2 h y 30 min de París en TGV, con una frecuencia de 11 trayectos diarios. Cuentas con varios servicios regulares de enlace hacia las principales ciudades de Francia. Si prefieres viajar a precios módicos, opta por el autocar de las compañías Isilines, Eurolines, Flixbus, o incluso Ouibus, desde numerosas ciudades. También hay vuelos a la ciudad cercana de Lorient, por ejemplo, desde Madrid (unas 5 h) y desde Barcelona (unas 4 h), haciendo conexión en París.
Vannes es una ciudad para recorrer a pie, en autobús o en bici. De la estación al centro de la ciudad, calcula 20 minutos a pie o 5 minutos en el autobús Kiceo. Las bicicletas eléctricas compartidas Vélocéo se alquilan por jornada.
Si tu destino son las islas del golfo de Morbihan, la estación marítima está a 10 minutos en autobús del centro de la ciudad.