



Brest es la segunda ciudad administrativa de Bretaña y gana mucho cuando se la conoce. La ciudad sufrió los bombardeos de 1944, pero actualmente su particularidad se halla en otro lugar. Es una ciudad que mira al futuro, que sorprende por sus impresionantes construcciones, como el puente del Iroise: un puente soberbio con tensores metálicos inaugurado en 1994 para cruzar el río Elorn. Toda una proeza técnica. Admíralo desde el puente Albert Louppe (exclusivo para bicicletas y peatones), desde donde también se domina la ensenada de Brest.
Resulta imposible hablar de Brest sin recordar su puerto comercial. Un paseo por el animadísimo muelle del Commandant-Malbert te dará una de las mejores imágenes de la ciudad. Desde aquí, se pueden admirar el centenar de boyas multicolores, los faros y balizas de Finistère, los astilleros navales de madera y la mítica goleta La Recouvrance, así como el Abeille-Flandres (uno de los remolcadores más potentes del mundo).
En Brest se desarrollan proyectos innovadores y ejemplares como plateau des Capucins que obtuvo la denominación Ecoquartier en 2009. Situado en una de la dos riberas del río Penfeld, desde aquí se puede disfrutar de unas preciosas vistas panorámicas en 360º de la ciudad. Este barrio mezcla la cultura y los negocios con los antiguos e inmensos talleres destinados a la construcción naval (hoy en día, rehabilitados como espacios de trabajo) y lugares dedicados a la cultura como la Mediateca o el « Fourneau ». Esta zona es, además, de fácil acceso gracias al primer teleférico urbano de Francia que ofrece la posibilidad de disfrutar de hermosas vistas de Brest desde las alturas.
Pero no te detengas, continúa paseando. El gran dique del puerto comercial conduce prácticamente a los pies del castillo y su museo de la Marina. Y no te vayas de Brest sin visitar el Oceanópolis: un parque acuático que recrea los océanos del mundo (único en Europa), con enormes acuarios y una clínica para focas. ¡Hasta podrás tocar algunas especies de la fauna marina!
Oficina de Turismo
Para llegar a esta ciudad, el avión es una buena opción, con sus líneas regulares y de bajo coste. Por ejemplo, se puede volar desde Madrid en unas 4 h y 30 min y desde Barcelona en unas 4 h, haciendo conexión en París. En tren, calcula 3 h y 25 min desde París-Montparnasse gracias a la LGV (Línea de Alta Velocidad) y sus 11 trayectos diarios. En coche, puedes tomar las carreteras de doble calzada gratuitas RN12 desde Rennes y N165 desde Nantes. El trayecto de Brest a Barcelona es de unas 12 h y 30 min, mientras que a Madrid es de unas 13 h.
Con las compañías de autobuses de larga distancia Eurolines, Flixbus y Ouibus, podrás viajar a precios económicos.
Hay un servicio de enlace que comunica, todo el día, el aeropuerto de Brest-Guipavas con el centro de la ciudad en solo 10 minutos. En Brest, puedes desplazarte a pie sin problema y con los billetes únicos, Bibus, podrás combinar autobús y tranvía. También cuenta con un teleférico que une la calle de Siam con el barrio de los Capuchinos y que te brinda una imponente vista panorámica de la ciudad y de su ensenada. Si prefieres unas vacaciones con total tranquilidad, toma los autocares de la red Penn-ar-Bed que recorren toda la región de Finistère.
De abril a septiembre, si deseas visitar la península de Crozon, hazlo por el mar en las lanzaderas de la compañía marítima Le Brestoâ, que cubren el trayecto Brest – Le Fret por la mañana y la tarde. Y si el mar abierto te tienta, en el puerto de Brest, unas lanchas motoras te llevarán a Ouessant, Molène y la isla de Sein.